Economía Global

La revolución eléctrica china: cómo los vehículos de bajo costo se convirtieron en la elección de millones

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Una nueva era en la movilidad

“Manejo un auto eléctrico porque soy pobre”, afirma Lu Yunfeng, un conductor de taxis, mientras espera en una estación de carga en las afueras de Cantón. Para él, como para muchos ciudadanos chinos, los vehículos eléctricos (VE) representan una opción económica viable frente a los combustibles tradicionales. “Conducir un coche de gasolina es demasiado caro. Ahorro dinero con un vehículo eléctrico”, añade Sun Jing, otro usuario, mientras se apoya en su Beijing U7 blanco.

Esta percepción contrasta con la visión predominante en otros países donde los vehículos eléctricos suelen asociarse con estatus y lujo. En China, sin embargo, la realidad es diferente: casi la mitad de los automóviles vendidos en 2024 fueron eléctricos, convirtiendo esta tecnología en una solución accesible y cotidiana.

El plan estratégico detrás del éxito

El liderazgo chino en el sector de vehículos eléctricos no fue casual. En 2007, Wan Gang, ingeniero formado en Alemania y entonces ministro de Ciencia y Tecnología, identificó la oportunidad de transformar el mercado automotriz nacional. “Él miró a su alrededor y dijo: ‘Buenas noticias: ahora somos el mayor mercado automovilístico del mundo. Malas noticias: en las calles de Pekín, Shanghái y Cantón solo veo marcas extranjeras’”, recuerda Michael Dunne, analista del sector.

El gobierno chino comenzó a implementar políticas de apoyo desde el plan económico quinquenal de 2001, pero fue durante la década de 2010 cuando los subsidios masivos impulsaron el desarrollo de la industria. Según el Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS), entre 2009 y finales de 2023, Pekín destinó alrededor de US$231.000 millones a este sector.

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La infraestructura que impulsa la revolución

La inversión no solo benefició a fabricantes como BYD, que pasó de producir baterías para teléfonos a convertirse en líder mundial de vehículos eléctricos, sino también a proveedores esenciales como CATL, con sede en Ningdé. Esta empresa, fundada en 2011, ahora suministra un tercio de las baterías utilizadas en VE globalmente.

“Si hoy en día se quiere fabricar una batería para un coche eléctrico, todos los caminos pasan por China”, enfatiza Dunne. Esta dominación en las cadenas de suministro, junto con una red de carga pública sin precedentes, ha facilitado la adopción masiva de vehículos eléctricos, especialmente en grandes ciudades donde las estaciones de carga están a minutos de distancia.

El impacto en la vida cotidiana

Para Lu Yunfeng, el cambio a un VE significó reducir sus gastos en combustible. Antes gastaba 200 yuanes (US$27,84) por 400 km recorridos; ahora paga solo la cuarta parte. Además, recibe su matrícula verde de forma gratuita, un beneficio que contrasta con las altas tarifas por placas convencionales destinadas a controlar la contaminación y congestión.

“Los ricos conducen coches de gasolina porque tienen recursos ilimitados. Para mí, un VE es lo más lógico”, explica Lu. Esta visión se repite entre millones de usuarios en todo el país, donde incluso se ofrecen innovaciones como estaciones de intercambio de baterías, como las proporcionadas por Nio en Shanghái, permitiendo recargas completas en menos de tres minutos.

Desafíos y perspectivas internacionales

A pesar del éxito doméstico, China enfrenta desafíos en el mercado global. Países como Estados Unidos, Canadá y la Unión Europea han impuesto aranceles a los vehículos eléctricos chinos, considerando sus prácticas comerciales desleales. Sin embargo, Reino Unido ha optado por no seguir esta tendencia, convirtiéndose en un destino estratégico para empresas como XPeng y BYD.

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“El gobierno chino está haciendo lo mismo que se ve en Europa y Estados Unidos: proporcionar apoyo político, incentivos al consumidor e infraestructura”, señala Brian Gu, presidente de XPeng. “Pero creo que China lo ha hecho de forma consistente y de una manera que realmente fomenta el panorama más competitivo que existe. No hay favoritismo hacia nadie”.

“Los chinos piensan en un futuro en el que fabriquen prácticamente todos los autos del mundo. Miran a su alrededor y se preguntan: ‘¿Puede alguien hacerlo mejor que nosotros?’”, afirma Michael Dunne.

Las dudas sobre seguridad persisten, con figuras como Richard Dearlove, exdirector del MI6 británico, calificando a los vehículos eléctricos chinos como “computadoras sobre ruedas” que podrían “controlarse desde Pekín”. Stella Li, vicepresidenta ejecutiva de BYD, respondió que “cualquiera puede decir lo que sea si está perdiendo la partida” y destacó el alto estándar de seguridad de datos que maneja la empresa.

Para muchos ciudadanos chinos, sin embargo, la respuesta es clara: “Creo que el mundo debería agradecer a China por traer esta tecnología al mundo”, dice Sun Jingguo en Cantón. “Yo lo agradezco”.

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